sábado, 4 de mayo de 2013

La familia Ulma











SACRIFICARON LA VIDA POR LOS PRÓJIMOS
La familia Ulm perdió heroicamente la vida por ocultar a los judíos

El 24 de marzo de 1944 en Markowa, uno de los miles de pueblos ocupados por los alemanes, sufrió un hecho conmovedor. Por esconder a los judíos la familia polaca de Józef y Wiktoria Ulm fue fusilada. Diecisiete personas, entre ellas ocho niños, murieron sólo porque eran judíos y polacos que se atrevieron a darles una ayuda prohibida.

En el periodo de entreguerras Markowa fue uno de los m
ás grandes pueblos de Polonia. En el año 1931 tuvo 931 casas, en las que vivían 4.442 habitantes. Entre ellos, la gran mayoría eran católicos. En Markowa también vivían alrededor de 120 judíos (cerca de 30 familias).

Cuando Polonia fue ocupada, los alemanes crearon una nueva división administrativa. Para mantener el "orden" en las zonas rurales y en las ciudades pequeñas se envió, entre otros, a la gendarmería militar.

Durante la ocupación alemana, los  judíos fueron privados de todos sus derechos. Les obligaron a realizar diversas obras duras a beneficio del ejército ocupante; no podían hacer su trabajo, ejercer sus profesiones. Pronto se empezaron a fundar guetos. Durante el verano y el otoño de 1942 los alemanes mataron a la mayoría de los habitantes judíos de Markowa. El lugar donde se enterraba a los animales muertos fue simultáneamente el lugar del crimen. Sobrevivieron sólo los judíos que antes se habían escondido en los hogares campesinos.


Hogar doméstico

  Una de las familias que había optado por tomar una decisión heroica para ocultar a los judíos fue la formada por Józef y Wiktoria Ulm. Józef, nacido en 1900, era bien conocido en todo el pueblo. Talentoso en muchos campos, era el primero en Markowa en dirigir una escuela de árboles frutales. Promovió el cultivo especial de hortalizas y frutas, un hecho poco habitual en aquel tiempo. Pero sus métodos agrícolas innovadores han sido conocidos no sólo en este campo.

Józef tomaba parte tambi
én en las actividades sociales. Era muy activo en la Asociación Católica de la Juventud, y más tarde trabajó en la Organización de la Juventud Rural, en la que fue bibliotecario y fotógrafo. Su gran pasión era la fotografía: hizo miles de fotografías, conservadas en gran medida hasta el día hoy. También existen fotos originales de Józef, de un hombre guapo con un traje, corbata y sombrero, cuyo rostro muestra un hombre inteligente y sensible.

Su futura esposa fue la hija menor de Jan y Franciszka Niemczak, Wiktoria, nacida en 1912, como la séptima
hija. Su madre la dejó huérfana cuando tenía seis años, su padre tampoco vivió para ver a su hija casada, murió un año antes de la boda con Józef.

El matrimonio fue bien escogido: sent
ían afecto y respeto entre sí. Pronto tuvieron descendencia. Durante siete años de matrimonio tuvieron seis hijos: Stasia, Basia, Władzio, Franuś, Antoś y Marysia. Wiktoria era ama de casa; en una de las fotos se puede ver cómo dibujaba o escribía en los cuadernos de los niños, en otra está rodeada por una multitud de hijos bien cuidados.


 Una decisión difícil

No está claro
cuándo (probablemente, en el segundo semestre de 1942), y cómo fue que en la casa de Ulm se encontraron ocho judíos: cinco hombres procedentes de Łańcut, de apellido Szall (un conocido ganadero con sus hijos); y tres vecinos cercanos a la casa familiar de Józef: Gołda y Layka Goldman, esta última con una pequeña hija.

También es
difícil determinar qué motivos guiaron a la familia Ulm para cobijar a gente judía en su vivienda. Józef era conocido por su cariño hacia los judíos. Probablemente fue impulsado
​​por su amor a los demás, la compasión y la conciencia del destino de los judíos si no recibían su ayuda.

¿Qué pasó y cómo los alemanes descubrieron el escondite? La familia Szall, ocultada en la casa de Ulm, antes de comenzar la Segunda Guerra vivía en Łańcut. Eran conscientes de la inminente "solución final de la cuestión judía", por eso empezaron a buscar un refugio. Les prometió ayuda Włodzimierz Leś, el policía de Łańcut. Él vivía en las afueras de Łańcut, cerca de la casa de Szall, con quienes antes de empezada la guerra se llevaba bien. Él les ayudó a esconderse de los alemanes. Sin embargo, cuando la situación se agravó, la familia Szall fue obligada a buscar otro refugio. Entonces se dirigieron a casa de los Ulm, los amigos de Markowa, que les escondieron. Pero los Szall todavía importunaban con visitas inesperadas a Włodzimierz Leś, buscando el apoyo de él, porque probablemente en su casa había quedado una parte considerable de sus bienes. Debido a que Leś se negó a ayudarles, ellos trataron de recuperar su propiedad o tomar en consideración sus otras fortunas. Según muchos indicios, en aquel entonces Włodzimierz Leś decidió traicionarles, revelando a sus  colegas de la policía alemana el escondite de la familia judía.

Gracias a los bien conservados actos del procedimiento judicial perpetrado por uno de
los autores, Joseph Kokott, se pudo determinar con precisión el curso del crimen cruel.


El crimen
Poco antes de la mañana del 24 de marzo de 1944, los gendarmes llegaron a la casa de Józef Ulm, situada a las afueras de la aldea. Dejando en un lugar apartado los caballos, los alemanes, junto con la escolta, fueron a la vivienda. En poco tiempo sonaron los disparos: los primeros judíos habían sido asesinados.

Los testigos oculares de otros fusilamientos eran conductores de carreta que fueron obligados por los alemanes “para ver qué castigo pueden encontrar todos los que ocultan a los judíos”. Uno de los carreteros, Edward Nawojski, dice que vio cómo sacaron de la casa a los dueños –a Józef y Wiktoria Ulm– y les dispararon. El testigo dijo: "Durante el fusilamiento se oían gritos horribles, el lamento de la gente, los niños llamando a sus padres que ya habían muerto. Fue un espectáculo conmovedor."

Después de disparar a los padres, los  gendarmes comenzaron a preguntarse qué hacer con los niños. Después de consultar a los demás, Dieken ordenó dispararles. Nawojski vio que tres o cuatro niños fueron fusilados por Joseph Kokott. Las palabras de este último hombre, proferidas en idioma polaco a los carreteros, quedaron grabadas profundamente en la memoria de Nawojski: "Mira cómo mueren los cerdos polacos que guardan a los judíos". Murieron: Stasia, Basia, Władzio, Franuś, Antoś, Marysia y un séptimo hijo aún en el seno de Wiktoria, unos días antes del parto. En una decena de minutos los criminales alemanes mataron a diecisiete personas.


***

Después de la Segunda Guerra Mundial, el 10 de septiembre de 1944 se ejecutó la sentencia a Włodzimierz Leś: éste fue asesinado en Łańcut.

Joseph Kokott fue encontrado en 1957
, en la antigua Checoslovaquia. En 1958 un tribunal de justicia de la ciudad de Rzeszów lo declaró culpable de numerosos asesinatos y lo condenó a muerte.

La familia Ulm fue honrada con la medalla de los "
Justos entre las Naciones". Y en agosto de 2003 se inició el proceso diocesano de beatificación de la familia













José Ruiz Santaella y Carmen Schrader






José Ruiz Santaella nacido en Baena (Cordoba). Casado y padre de siete hijos. Ingeniero Agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid. Fundó y dirigió la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Córdoba. Así mismo fue funcionario español del cuerpo diplomático. A la edad de 30 años conoce a su futura esposa, Carmen Schrader de 21años, en la Universidad de Halle en la Sajonia alemana. En su matrimonio tuvieron cuatro hijos, entre ellos, Margarita Ruiz Schrader.
En Alemania José Ruiz Santaella  trabajaba como agregado agrícola  de la Embajada de España en Berlín, 1944 junto con  su mujer, Carmen Schrader, en su casa empezó a refugiar a varias mujeres judías para intentar salvarles la vida. “Todo lo que estaba pasando nos daba pena”, logran ocultar, y salvar, a tres mujeres judías, dándoles trabajo como servicio doméstico: Gertrud Neumann les pone en contacto con Ruth Arndt, que trabajará como niñera de sus cuatro hijos, y su madre, Lina Arndt, que lo hará de cocinera, al tiempo que envían ayuda y alimentos al padre, Dr. Arndt. Sobrevivirán ocultos. Salvaron obras de arte y bienes de los judíos del expolio nazi.
José Ruiz Santaella y su esposa fueron distinguidos el 13 de Octubre de 1988 como Justos entre las Naciones por el  Yad Vashem de Israel.



“Mis padres actuaron así espontáneamente, porque era lo que había que hacer”, asegura su hija Margarita Ruiz Schrader

Marcos Flórez 4º ESO

Bernardo Rolland de Miota



Bernardo Rolland de Miota fue Cónsul de España en París entre 1939 y 1943. Evitó la confiscación de los bienes de algunos judíos sefardíes e intercedió por 14 judíos españoles que iban a ser enviados al campo de tránsito de Drancy (ante la redada de París durante la que se detuvo a miles de judíos, entre ellos 14 españoles), organizando además la repatriación de otros 77 y obteniendo visados para los judíos que lograron pasar a España.  Su actuación en favor de los judíos no fue bien vista por el Embajador de España, Félix de Lequerica y provocó tensiones con las autoridades alemanas.  Igualmente, el cónsul español también logró poner en libertad a un matrimonio judío español que había sido detenido por las SS en agosto de 1942. También lo intentó con un grupo de 2000 judíos que quería llevar al protectorado de Marruecos, pero no lo consiguió, ya que las autoridades alemanas lo impidieron.  Cuando en 1943 terminó su trabajo en París, Rolland de Miota había ayudado a cientos de judíos, protegiendo sus bienes y salvando aproximadamente a 20 de la deportación a Auschwitz. Antes de abandonar su puesto, preparó la salida de otros 100, salida que culminó su sucesor Alfonso Fiscowich. 
En 1949 se le concede la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil y en 1959 recibió la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.  

José de Rojas y Moreno


José de Rojas y Moreno nació en Alicante el 18 de Diciembre de 1893 y murió en Madrid el 2 de Marzo. Fue un diplomático español que, como embajador de España en Bucarest, Rumania (1941-43), consiguió que se revocasen los decretos de expulsión dictados contra un grupo de judíos sefarditas y la promesa formal de que, en el futuro, ninguno de ellos sería expulsado. Fue el artífice de la evacuación directa a España de 65 judíos sefardíes, y de proporcionar  ayuda y apoyaron la protección del patrimonio y de los bienes de más de 200 familias judías perseguidas.
Uno de sus momentos más amargos fue cuando no logró evitar la deportación de un judíos español llamado Daria Algranti junto con su esposa e hijas, que fueron llevados a un campo polaco. Tuvo iniciativas como la colocación de carteles a las puertas de viviendas judías con la siguiente oración: Aquí vive un Español”
En 1945 se le concede la Gran Cruz de la Orden de Isabel la católica. En 1960 se le concede la Gran Cruz de la Orden de Mérito Naval, con distintivo blanco. En 1965 se le nombra Consejero Permanente de Estado.
José Rojas y otros diplomáticos españoles que  ayudaron a los judíos a huir del Holocausto, fueron rescatados del olvido el año 2000 cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores de España creó una página en su recuerdo. Posteriormente, en el 2007, fueron homenajeados otra vez en una exposición titulada Visados para la libertad organizada por la Casa Sefarad en Madrid.
Amanda 4º ESO


Lola de Ribadavia y sus hermanas

Aquí comienza esta historia de tres hermanas que salvaron la vida a más de 500 judíos.


Las tres hermanas nunca comentaron aquella operación tan arriesgada a nadie que no fuesen ellas y quienes formaban la red que habían tejido para evitar la muerte de judíos. El nombre de aquel flaco judío-alemán de los ojos azules, llegado de Lyon, de donde se había escapado del campo de concentración con un asturiano al que las balas nazis mataron tras la huida, fue uno de los muchos que Lola y sus cómplices se llevaron a la tumba, pero no han sido sus familiares quienes han descubierto el juramento de silencio que las Touza se hicieron en vida, si no un viejo judío neoyorquino que por 1.964 quiso saber qué había sido de aquella mujer que le llevó una noche sin luna a la libertad, al otro lado de la frontera. Se llamaba Isaac Retzmann y, como tantos otros salvados por las hermanas, pudo alcanzar América en 1.943. 
Retzmann había conocido a un emigrante gallego en la Gran Manzana, Amancio Vázquez, y, sabiendo que éste volvía a su país natal de vacaciones, le pidió  que preguntara por las hermanas Touza y éste a su vez se lo contó a un librero de VIgo, Antón Patiño que empezó a investigar la historia que desveló el periódico El Mundo con un artíulo de Paco Rego  (Antón dejó escrito antes de morir, en 2005, el esbozo de la verdad de estas heroínas de Ribadavia). Antón se interesó por la historia y se reunió con ellas; poco antes de su muerte, en el año 2005, y dio a conocer los hechos en su libro Memoria de ferro. De Lola Touza, la más bella de las hermanas, se sabía que su imagen había ilustrado una estampa que circuló por el frente de guerra del 36 para animar a las tropas, que los niños de Ribadavia aprovechaban los recreos del colegio para ir a su quiosco a probar deliciosos dulces caseros, y que era una madre soltera más, pero guardaba un secreto. Las hermanas Touza, Lola, Amparo y Julia, vivían en un peculiar casino, en el que se jugaba a las cartas, y había un salón de baile, lugar también en el que las hermanas, en los duros años de la posguerra daban de comer y ofrecían ropa a gente que se veía obligada a emigrar en busca de trabajo. Regentaban además un kiosko, la cantina de la estación de tren de Rivadavía, con lo que estaban al tanto de la clandestinidad acaecida tras la guerra, siendo un zulo de la cantina el escondite que utilizaban algunos vecinos para guardar el Cafe Sical que conseguían de contrabando. Su casa estaba separada tan solo unos metros de las ventanas del Ayuntamiento de la Villa donde se encerraban al principio a los presos durante la guerra civil. Ellas llevaban comida a los presos encarcelados, y desde la cantina de la estación, ayudaban tanto a los presos que eran transportados en convoyes a las cárceles de Vigo como a los soldados que se apretaban en vagones de camino al frente (muchos casi niños). Fueron encarceladas durante la guerra civil por socorrer a presos. Con aquel hombre del andén, las hermanas Touza empezaron a tejer una red de fuga (dicen que la más importante de la península). Esta red se iniciaba en Gerona, en la frontera con Francia, y en un primer tramo llegaba hasta Medina del Campo, y desde allí continuaba hasta Monforte y Rivadavia, donde solían llegar los judíos perseguidos al anochecer. Los enlaces los conducían hasta ellas en su cantina de la estación y corrían con los gastos de coches y guías que esperaban al otro lado de la frontera). En la fase final, eran llevados a la frontera portuguesa, y desde el país vecino embarcaban rumbo a América o puertos del norte de África. El Cantábrico era más peligroso por estar más controlado por los alemanes. Para esta labor, se rodearon de colaboradores fieles hasta la muerte, José Rocha Freijedo y Javier Minguez Fernandez (El Calavera), ambos taxistas, Ricardo Pérez Parada (El Evangelista), un tonelero que había aprendido inglés y polaco siendo emigrante en Nueva York y hacía de traductor, y el barquero Ramón Estévez. Según la ruta que eligiera Lola (tenia 3: por senderos, por carreteras de tercera y cruzando el Miño), actuaban sus cómplices, héroes anónimos también. Con los bailes organizados en el casino, no solo sacaban un dinero extra para capear las penurias de la posguerra, si no que hacían caja para su causa clandestina. Ramón Estevez Arango dice de Lola que "a su lado nadie pasaba hambre. Vendía cualquier cosa con tal de ayudar a un solo judío, porque era una persona extremadamente generosa." Con el dinero conseguido, pagaban algunos favores, y el resto se lo daban a los judíos escapados. Todo empezaba con la llegada de un convoy señalado a la estación de Ribadavia. Lola esperaba con su cesta llena de rosquillas, caramelos y dulces de almendra en las manos. A veces los ofrecía por las ventanillas desde el andén, y otras veces se subía al tren y recorría los vagones con su mercancía. Entonces se encontraba siempre con alguien que le anunciaba la llegada inminente (día, hora y vagón) de una nueva tanda de judíos. Los días de llegada, Lola era la primera en abandonar el quiosco, y auxiliaba a los judíos que llegaban. Los escondía en su casa y les daba alojamiento y manutención con la complicidad de sus hermanas. El mensaje de que unos judíos estaban a punto de llegar corría a los oídos del Calavera, y en el silencio de la noche elegida se consumaba la fuga a bordo de su taxi, un Dodge negro americano. Ninguna de las tres hermanas se casó. Lola era madre soltera, y su hijo murió sin saber las hazañas de su madre. En los años 50, Lola, Amparo y Julia dejaron la actividad del casino y se dedicaron a atender solo la cantina de la estación. Lola murió en 1.966 de un ataque al corazón en la cantina, como apunta su nieto "con las botas puestas". El 7 de septiembre de 2.008 recibieron en su Ribadavia natal un emotivo homenaje póstumo en reconocimiento a su labor de ayuda desinteresada a judíos perseguidos por el nazismo durante la II Guerra Mundial. En una colina de Jerusalén hay un árbol plantado en honor de Lola, Amparo y Julia Touza Domínguez, as de Ribadavia, plantado por El Centro Peres por la paz. El Centro de Estudios Medievales de Ribadavia ha solicitado a Israel la declaración de Justas de las Naciones para las hermanas. 
Lorena 4º ESO

viernes, 3 de mayo de 2013

Eduardo Martínez Alonso





Eduardo Martínez Alonso, nacido en Vigo en 1903 y murió en 1972 , era un espía gallego que trabajaba para el Reino Unido y que ayudó a escapar a numerosos judíos

Carrera

Hijo de una familia burguesa de Vigo , su abuelo fue Antonio Alonso Santodomingo , industria conservera fundador del Palacio de Oriente , y su padre cónsul de Uruguay . Su padre fue nombrado por primera vez cónsul en Glasgow ,donde Eduardo se trasladó a ocho años ( 1912 ) y después en Liverpool en 1918, donde estudió medicina. 
Sin embargo, y antes de finalizar sus estudios, Eduardo Martínez Alonso se trasladó a Madrid , donde en contacto con su familia va a trabajar en el hospital de la Cruz Roja

Guerras

Trabaja como médico para el bando republicano durante el asedio de Madrid . Después trabajó como médico en el País Vasco y en Madrid, donde se ocupa de la epidemia de tifus. Luego se encarga de los servicios médicos de la Embajada del Reino Unido y de la asistencia a los prisioneros del campo de concentración de Miranda de Ebro. Durante la Segunda Guerra Mundial fue contratado por los servicios de inteligencia británicos. Durante la ocupación nazi de Francia sirvió como enlace en la evacuación de los perseguidos a través de España, entre los salvados estaban muchos judíos. Su hija, Patricia, ha escrito en "La Clave Embassy" que su padre se reunía con otros agentes secretos en el salón de té, Embassy, en el Paseo de la Castellana, que servía de tapadera. A partir de 1942 llegaban a España unos 200 refugiados diarios, que iban a las prisiones, y de ellas salían clandestinamente a la semana unos 500. Su padre preparaba informes médicos señalando la gravedad de su enfermedad y les sacaba a Portugal, salvando a numerosos judíos refugiados. 

Después de la guerra continuó con la práctica de la medicina en Madrid.